http://archivo.cceazuay.gob.ec/files/original/96bc43cdef57b683c20bdc09689cd69a.jpgLA FRUSTRADA ERECCIÓN DE LA DIÓCESIS DE GUAYAQUIL EN 1820

José Luis Mora Mérida

Profesor Adjunto de “Historia de la Iglesia en América e Instituciones Canónicas Indianas” de la Universidad de Sevilla

El caso guayaquileño que nos ocupa ahora es uno de estos que interesa analizar. En él no se trata sólo de la posible erección de una nueva diócesis en el antiguo Reino de Quito; posibilidad que llegaría a ser realidad por bula de 4 de febrero de 1838, siendo su primer obispo don Francisco Javier de Garaicoa, electo el 15 de febrero del mismo año[3]. Tampoco, que esta posible nueva diócesis estuviera en los planes que elaboraron conjuntamente Simón Bolívar y el obispo de Mérida de Venezuela, don Rafael Lasso de la Vega, entre los años 1820-1823. Como sabemos, aprovechando la circunstancia política del Trienio Liberal o Constitucional en España, los triunfos militares de los independentistas y la proclamación de la neutralidad pontificia ante la emancipación de América por el papa Pío VII, a través de su famosa carta de 7 de septiembre de 1822 al mismo obispo Lasso de la Vega, se intentó normalizar la situación canónica de los obispados hispanoamericanos[4].

Ambos hechos, o aspectos del mismo problema, se salen fuera de nuestro intento, y además su análisis alargaría excesivamente la presente exposición. Sólo buscamos aprovechar la información pertinente que se preparó con ocasión de la nueva solicitud de crear la diócesis de Guayaquil en 1820, entre otras cosas porque este tipo de datos nos ofrece la oportunidad de acercamos más profundamente al tema y con una nueva perspectiva. En ella, las circunstancias se plantean en unos términos eminentemente regionalistas, y podríamos decir casi localistas, por lo que nos presentan un modo particularísimo de entender todo el problema.

La razón primera la encontraríamos en la erección canónica de la segunda diócesis del Reino de Quito, que como sabemos se realizó en Cuenca. Después de solicitar diversos informes a variadas personas e instituciones representativas del territorio, las autoridades metropolitanas se inclinaron por esa ciudad, a pesar de la constante oposición de Guayaquil, que desde un principio también había solicitado la cabecera del obispado. Parece ser que el último motivo que se alegó en su momento para elegir a Cuenca fue la bondad de su clima, elemento que ciertamente Guayaquil no podía ofrecer, y también los mejores precios en los víveres, circunstancia que tampoco Guayaquil podía mejorar, entre otras cosas porque era puerto y además tenía una población flotante muy elevada, datos estos que influían especialmente en el coste de la vida. Corría el año 1776.

Pero lo que sí podía ofrecer Guayaquil era una dinámica en su desarrollo socioeconómico que Cuenca jamás podría igualar. El crecimiento de las plantaciones tabaqueras, la pujante producción de cacao, el aumento en la construcción naval y el comercio, eran datos inapelables que hacían pensar a los dirigentes del cabildo que era necesario convertir a la ciudad en la segunda en importancia administrativa del Reino de Quito. Lógicamente, si ya era cabecera de provincia, el siguiente paso sería buscar la sede episcopal.


BULA DE ERECCIÓN

ANH/C, Fondo oficial, Sección Gobierno Administración, Caja 107, Expediente #4035, 4 de febrero de 1838